Una vez el silencio instaurado
Las narices, su última sonada
Todos, eligiendo nuestro último ruidito,
basta con que me mires.
Los rencores, traumas y tumores
Todos floreciendo en las necias caras serias
Esas miradas desprevenidas
Que disparan sus cartuchos
Que nunca se vacían
Por haber tenido que llenarse alguna vez.
Sin un espejo, yo solo tengo un ojo,
Un ojo grande
con una nariz saliendole desde el medio
sin pestañas,
como un embudo hacia adentro
Y no basta con recordarnos.
Me chorréa el ojo solo
Cuando escribo ¡me bastas!
Y olvido desde donde tu me hablabas.
miércoles, 24 de junio de 2009
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Una nariz grande y sangrante diría yo...
ResponderEliminarBuenos poemas maestro, cuidate.