miércoles, 24 de junio de 2009

Cero con cinturon en punto y bajo tierra

Desde este momento se inicia el valle,
dijo equivocándose una voz perfecta.

Desde este momento se inicia el horario valle
mientras yo subo tropezándome
por un escalera mecánica detenida
y los pasajeros con piernas tiritonas
se enredan a través de torniquetes
después de esperar ansiosos
por ahorrar ochenta pesos.

Ansiosos, porque esperaron
a que la loma se hiciera valle
a que cambiara la luz roja de la punta,
a que avanzara el ganado derrotado
que no entraba porque sale caro ser multitud.

Encerrado entre esquinas y rejas

Dedicado al amigo japo del suchi de Vicuña con LLico



Como no me voy a volver demente
Si premeditadamente la palabra volverce
Me dice que solamente hay que darce vuelta,
Que atrasito de uno mismo, sola,
Espera ignorada la locura.

Como no me voy a volver demente
Si mientras desayunaba,
Escuche que había muerto
{Asesinado
El japones del sushi saske,
Que queda exáctamente
a la vuelta de la esquina
desde mi casa.

el mismo japones
que hace dos días,
mientras escribía porcientos
en las desérticas paredes de su local,
me preguntó cuanto salía
nadar en la piscina
de los gendarmes.

Esa piscina
Que queda al lado de la carcel femenina
que también queda
dandose una vuelta a la manzana
o a la esquina,
desde la carcel de adolescentes
que queda en la cuadra de atrás,
dándose la vuelta.

Todo esto, claro,
desde las ligustrinas de mi hogar.

Si me invierto
Y encuentro a mi demencia en mi reverso
Será la culpa del mundo,
Que se volvió loco
Dandose vueltas todo el rato
Debajo de todos.

Yo no tengo la culpa,
El empezó primero.

Busto invertido en sala de clases

Una vez el silencio instaurado
Las narices, su última sonada
Todos, eligiendo nuestro último ruidito,
basta con que me mires.

Los rencores, traumas y tumores
Todos floreciendo en las necias caras serias
Esas miradas desprevenidas
Que disparan sus cartuchos
Que nunca se vacían
Por haber tenido que llenarse alguna vez.

Sin un espejo, yo solo tengo un ojo,
Un ojo grande
con una nariz saliendole desde el medio
sin pestañas,
como un embudo hacia adentro
Y no basta con recordarnos.

Me chorréa el ojo solo
Cuando escribo ¡me bastas!
Y olvido desde donde tu me hablabas.